Mendoza, la tierra del sol, el vino y... ¿los metales? Ese parece ser el desafío de estos tiempos: recuperar la historia de la minería en una provincia que, en los últimos años, ha visto cómo pierde terreno frente a sus vecinos porque la demagogia y el facilismo han podido más que el desarrollo y la razón.
Alguna vez, hace muchos años, un referente importante de la alicaída industria minera de Mendoza le dijo a este cronista: “Mendoza va a hacer minería cuando esté al borde de la miseria”.
La provincia no está al borde de la miseria, pero su caída en el ranking de las economías provinciales, el despegue de vecinos como San Juan, Neuquén y las regiones chilenas, el ejemplo salteño y la emigración permanente de profesionales mendocinos hacia esos destinos para destacar con sus conocimientos, mientras aquí sufrimos con actividades agrícolas que cada vez dejan menos valor agregado, son un retrato de la actualidad.
Mitos, fábulas e inventos fueron el contexto que, desde organizaciones civiles, sectores importantes de la política y comunicadores, llevaron a Mendoza a perder el tren del desarrollo. Fantasías como la supuesta imposibilidad de convivencia con las actividades productivas o las contaminaciones mortales por elementos químicos —que los propios denunciantes usan a diario en sus hogares— crearon un escenario ficticio que fue aceptado por una dirigencia política y empresarial amante de la paz de los cementerios: una paz que La crisis económica recurrente y el ejemplo de los vecinos han cambiado, poco a poco, la visión de la dirigencia empresarial. Sin desarrollo no hay actividad ni negocios. Como decían las abuelas: “La letra con sangre entra”.
Lo mismo ocurrió con una parte de la clase política, que ve cómo, en todos estos años, sus colegas cercanos inauguran obras, se lucen en foros internacionales y atraen inversores, más allá de las dificultades del contexto nacional.
Mientras Mendoza apenas logró construir Potrerillos, San Juan edificó más de media docena de diques, su Producto Bruto Geográfico (PBG) per cápita crece, y cientos de mendocinos —personas físicas y empresas— trabajan y brindan servicios en la provincia vecina.
Mientras la minería mejora la recaudación y las obras en San Juan, esta provincia desarrolla su propio “nuevo Valle de Uco” en el Valle de Pedernal, con casi un 90 % de inversión de bodegas mendocinas. Por su parte, los productores de cebolla de Jáchal, con el apoyo de las mineras y el gobierno provincial, se han convertido en los principales exportadores de cebollas premium de Argentina.
En los últimos años, desde la llegada de la nueva gestión, la decisión política de acelerar el debate y tomar decisiones ha tomado un impulso poco común en Mendoza.
La semana, protagonizada por la Cumbre de Minería Sostenible, representa un nuevo paso en este cambio de actitud frente a la industria.
Con el apoyo de casi todas las compañías mineras que operan en Argentina, además de muchas empresas de otros sectores, la convención destacó por sus mesas de discusión más que interesantes. Se incluyeron, además, mesas relacionadas con el mundo financiero y los mercados de capitales, lo que atrajo participantes que asistían por primera vez a un evento de minería, como pudo constatar Sitio Andino al dialogar con varios de ellos.
Este detalle no es menor, ya que acerca a nuevos actores a información y conocimientos de primera mano sobre la industria. Lo mismo ocurre con muchos asistentes que, visiblemente, se aproximaron a este nuevo mundo en busca de negocios o para informarse sobre los requerimientos de la actividad.
Los objetivos de la convención y los organizadores (el Gobierno de Mendoza) parecen haberse cumplido. Mendoza se posiciona en el escenario mundial de la minería con un ingrediente no menor: un cambio en el humor social. No hubo ni una sola protesta en las cercanías del hotel donde se realizó el evento, algo que concuerda con lo sucedido días atrás en la Legislatura, cuando se debatieron proyectos en Malargüe y la movilización fue insignificante.
Sin embargo, si bien todo esto es interesante y auspicioso para el futuro de Mendoza y la región, queda un camino difícil por recorrer: evitar borrar con el codo lo que se escribe con la mano. Mendoza ya lo hizo una vez y aún paga las consecuencias. El tren de la oportunidad pasa por segunda vez, y sería un verdadero crimen contra las generaciones futuras y el desarrollo de nuestra provincia dejarlo pasar nuevamente.no trae problemas, pero tampoco soluciones.