
El consumo masivo volvió a encender alarmas en marzo de 2025. Según el informe mensual de la consultora Scentia, uno de los indicadores privados más seguidos por las empresas del rubro, la venta de productos esenciales cayó un 5,4% interanual. Aunque representa una desaceleración respecto al 9,8% de febrero y al 10,6% de enero, el dato es igualmente preocupante: en el primer trimestre de 2025, el consumo acumula una contracción del 8,6%, luego de un 2024 que ya había cerrado con una baja del 13,9%.
Con estos números, Argentina suma 16 meses consecutivos de retracción del consumo, en un contexto marcado por la alta inflación y la pérdida del poder adquisitivo. En marzo, los alimentos aumentaron un 5,9%, muy por encima del 3,7% del IPC general informado por el INDEC. Esta suba impacta directamente en las decisiones de compra de los hogares, que priorizan lo esencial y recortan los gastos superfluos.
La comparación interanual tampoco juega a favor: marzo de 2024 ya había mostrado una baja del 4%, producto del salto inflacionario tras la devaluación de diciembre de 2023. Además, este año la Semana Santa se celebró en abril, lo que modificó el patrón estacional de consumo de algunos productos.
Según Osvaldo del Río, director de Scentia, los canales relevados —supermercados, autoservicios chinos y almacenes de barrio— representan alrededor del 70% del consumo masivo. En esta oportunidad, los comercios de cercanía resistieron mejor la caída que las grandes cadenas, que venían mostrando mayor solidez.
Solo dos categorías mostraron crecimiento en marzo: alimentos básicos y productos perecederos, con subas del 0,5% y 1,2% respectivamente. Este comportamiento refleja una clara priorización del consumo esencial.
En cambio, las bebidas fueron el segmento más golpeado: las alcohólicas cayeron 18% y las sin alcohol un 16%, una tendencia que se arrastra desde diciembre de 2024. También se derrumbaron los consumos impulsivos, como alfajores, chocolates, golosinas y cigarrillos, con una caída del 15,6%.
Otras bajas, aunque menores, se registraron en productos de higiene y cosmética (-3,3%), limpieza del hogar (-2%) y alimentos para desayuno y merienda (-1,5%).
Las empresas y supermercados coinciden en que la recuperación será lenta, y podría empezar a verse recién a partir del segundo trimestre del año. Pero la incertidumbre persiste, sobre todo por la inflación creciente tras la salida del cepo cambiario.
Mientras tanto, comienza a preocupar otro fenómeno: el avance de las importaciones de alimentos, que se acelera desde mediados de 2024.
Datos del INDEC muestran que las importaciones de alimentos crecieron 61% en noviembre de 2024, excluyendo soja para exportación. Esta tendencia afecta a la industria nacional, ya que muchos de estos productos también se elaboran localmente.
El Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA) explica que esta suba responde a la eliminación del Impuesto PAIS y al mantenimiento de la tablita devaluatoria, que mantiene el tipo de cambio oficial apreciado. Esto abarata las importaciones, pero afecta la competitividad local.
La importación de alimentos se dispara fuerte
Las cifras son elocuentes: la cebolla importada creció 11.525%, la zanahoria 5.780%, el tomate 5.776% y el limón 261%. También crecieron las importaciones de yerba mate, pulpa de tomate y vino, con subas entre el 76% y el 590%.
La mayoría proviene de países vecinos como Paraguay, Chile y Brasil. Por ejemplo, el 60% del tomate importado en noviembre vino de Paraguay, a solo 0,14 dólares por kilo, muy por debajo del precio nacional.
En Catamarca, la situación es crítica: algunos productores decidieron no cosechar la cebolla, ya que cuesta más recolectarla que dejarla en el campo.
Las entidades agropecuarias comenzaron a intensificar sus reclamos. La combinación de baja de precios internacionales, aumento de costos, presión impositiva y competencia externa genera una fuerte presión sobre las economías regionales.
El consultor Javier Preciado Patiño advierte que se han generado condiciones macroeconómicas para que importar sea más rentable que producir, lo cual amenaza con una destrucción de capacidades productivas a mediano plazo.
La combinación de caída del consumo interno y avance de importaciones conforma un panorama delicado. Por un lado, los hogares priorizan lo básico y recortan todo lo demás. Por otro, los productores nacionales enfrentan una competencia externa que pone en riesgo la sustentabilidad del aparato productivo.
El Gobierno apuesta a que la estabilización macroeconómica siente las bases de una recuperación. Pero con la inflación aún elevada, la debilidad del consumo y la presión importadora en alza, el camino a la reactivación parece cuesta arriba.
El verdadero desafío no es solo recuperar el consumo, sino preservar el modelo productivo nacional en un contexto de apertura. Y como ya alertan desde el agro, la paciencia se está agotando.