
Los Ángeles, uno de los principales íconos de la cultura estadounidense y centro de comunidades migrantes, atraviesa una semana crítica. Redadas masivas ejecutadas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y un inusual despliegue militar ordenado por el presidente Donald Trump han desatado protestas multitudinarias, denuncias por abuso de poder y una disputa abierta entre el gobierno federal y el Estado de California.
Mientras el mundo sigue de cerca los hechos, en Argentina el tema apenas asoma en los medios. Sin embargo, el paralelismo entre la retórica migratoria de Trump y la del presidente Javier Milei debería encender señales de alerta.
El detonante fue una serie de operativos migratorios iniciados el viernes, con arrestos en lugares públicos como un local de la cadena Home Depot. “Nos habían dicho que iban tras delincuentes violentos. No era un antro de drogas; era un Home Depot”, se quejó la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, visiblemente molesta con la falta de coordinación federal.
Las imágenes recorrieron el mundo: banderas mexicanas y guatemaltecas, barricadas, fogatas, gases lacrimógenos y miles de manifestantes, entre ellos muchos ciudadanos estadounidenses, enfrentando a las fuerzas de la Guardia Nacional —el equivalente a la Gendarmería en EE.UU.—.
Lejos de apaciguar los ánimos, la Casa Blanca intensificó la ofensiva. Trump ordenó el despliegue de 4.000 efectivos de la Guardia Nacional, junto a 700 infantes de Marina, sin notificar previamente al gobernador demócrata Gavin Newsom, lo que fue considerado una violación a la autonomía estatal.
Mientras la alcaldesa Bass intentó calmar el clima asegurando que “la situación está bajo control”, Trump calificó los hechos como “una insurrección” y afirmó que, sin intervención, “Los Ángeles habría sido destruida”.
El conflicto escaló rápidamente: Newsom denunció la acción ante el Departamento de Defensa y anunció una demanda federal contra el gobierno republicano. El fiscal general Rob Bonta confirmó que este sería el 24° caso judicial de California contra políticas migratorias de Trump.
En una conferencia improvisada, Trump sugirió que arrestar a Newsom “sería estupendo”, generando una ola de críticas. El gobernador respondió con dureza: “Este es un paso inequívoco hacia el autoritarismo. Es un día que esperaba no ver nunca en Estados Unidos”.
El enfrentamiento proyecta implicancias nacionales: Trump busca su reelección inmediata y Newsom es uno de los posibles candidatos presidenciales para 2028. La tensión también fue señalada por la exvicepresidenta Kamala Harris, quien advirtió que “la protesta es una herramienta poderosa para la justicia”.
La respuesta militarizada, las detenciones masivas y la escalada institucional en EE.UU. ofrecen lecciones para países como Argentina, donde la política migratoria también se está endureciendo. La falta de cobertura en medios locales contrasta con el impacto global del fenómeno.
La similitud en el enfoque discursivo y administrativo de Trump y Milei en torno a los migrantes —especialmente en el uso del miedo como elemento de control—, merece análisis y reflexión antes de que los efectos se repliquen en el Cono Sur.
A pesar del caos, la vida en Los Ángeles sigue. “No es que los demás fueran ajenos a lo que ocurría. Es solo que había espacio para que unos no interrumpieran a los otros”, escribió la corresponsal de The New York Times, Shawn Hubler. Un retrato de la dualidad angelina, donde protestas y rutina conviven.
Sin embargo, la presencia de tropas armadas, vehículos blindados y uniformes camuflados en espacios públicos añade una capa de tensión latente. Imágenes de soldados durmiendo en el suelo sin recursos logísticos provocaron el enojo de Newsom, quien denunció una “falta de respeto a nuestras tropas”.
Los próximos días serán decisivos. Las autoridades californianas aseguran que las protestas son mayormente pacíficas, pero el discurso federal apunta a una escalada. En medio del conflicto, la comunidad migrante —documentada o no— enfrenta un clima de miedo e incertidumbre.
La migración se ha convertido, una vez más, en herramienta de confrontación política. Mientras Estados Unidos acapara la atención global, la discusión de fondo —cómo manejar la movilidad humana en un mundo cada vez más cerrado— sigue pendiente en todo el planeta.