
por Marcelo López Álvarez
Desde el palco oficial, con los grandes campeones de espectadores en la pista central del predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), banderas nacionales flameando y una platea repleta de productores, empresarios y funcionarios del Gobierno, el presidente Javier Milei lo volvió a hacer.
Al igual que el 99% de los presidentes y funcionarios, ignoró -una vez más- al alma del campo y la producción argentina: las economías regionales.
La concreción de la reducción permanente de los derechos de exportación -retenciones– para los principales complejos agroindustriales de la Pampa Húmeda beneficia al círculo rojo del campo argentino, encabezado por la Sociedad Rural Argentina y las multinacionales agroexportadoras, con sus silos llenos de granos, que son las verdaderas beneficiarias de las medidas, por más que se enmarquen como de beneficio a los productores.
El anuncio fue presentado como un acto de reparación histórica. Con un tono desafiante y cargado de acusaciones virulentas contra la dirigencia política del pasado, Milei sostuvo que las retenciones fueron “una invención siniestra de la casta para exprimir al sector más productivo del país”. En su estilo habitual, el presidente vinculó el tributo a una forma de saqueo institucionalizado y lo calificó como una herramienta del modelo empobrecedor.
Sin embargo, el Gobierno adolece de lo mismo que el presidente denunció en su discurso. No explica cómo cubrirá el bache fiscal que deja la importante reducción de los derechos de exportación. El campo, a pesar de sus promesas, no producirá ni exportará más, y el Gobierno no buscará cubrir ese bache con nuevos gravámenes a los sectores beneficiados del modelo, como el financiero.
Por lo tanto, a la vista aparece un único camino: la profundización del “modelo empobrecedor”, pero no el que denuncia Javier Milei, sino el que lleva adelante él mismo con el ajuste interminable a jubilados, salud, educación, transferencias a provincias y economías regionales.
Milei insistió en que estos recortes son “permanentes” y no sujetos a revisión mientras dure su mandato, por lo que se puede sospechar que el ajuste y la profundización del modelo también lo serán.
La movida oficial busca solidificar el vínculo del Gobierno con el sector productivo de la Pampa Húmeda y el aparato exportador argentino, y enviar un mensaje directo al núcleo duro del electorado rural.
Sin embargo, los riesgos estructurales no son menores. Las retenciones no solo funcionaban como un instrumento recaudatorio clave en un país con presión fiscal directa limitada, sino también como una herramienta de estabilización cambiaria y desacople de precios internos respecto de los internacionales.
Reducirlas en forma permanente, en un contexto de volatilidad fiscal, inflación latente y escasa recuperación del crédito externo, podría limitar aún más la capacidad del Estado para sostener su equilibrio financiero, sobre todo en un modelo donde ya pocos dudan de que el superávit fiscal que proclama el Gobierno es solo un ejercicio de contabilidad creativa.
El anuncio fue celebrado con entusiasmo por las entidades agropecuarias –incluso las que supuestamente representan a las economías regionales– y los exportadores de granos, que se llevan una victoria largamente esperada.
Sin embargo, la medida también acentúa las asimetrías estructurales del modelo productivo: el grueso de los beneficios se concentra en el núcleo pampeano, mientras que las economías regionales, con menor volumen exportador y menor rentabilidad, siguen sin ver mejoras equivalentes.
Mientras se profundiza el modelo agroexportador primario, el presidente y el Gobierno, bajo la complaciente mirada de las entidades del campo, siguen propiciando las importaciones de pasta de tomate, vino, duraznos, naranjas, pasta de maní, cerdo, lácteos, alimentos procesados y hasta carne vacuna, entre tantos otros.
Se confirma así que el interés del gobierno de Javier Milei por el verdadero aparato productivo de la Argentina es nulo. Solo les interesa el sector que puede aportarle dólares para su interminable timba financiera.
En la otra punta, los sectores de las economías regionales, que generan trabajo y derrame real varias veces superior al de los agroexportadores, siguen esperando que el Gobierno y los famosos dirigentes del campo, alguna vez, se acuerden de ellos.
Como escribió Sarmiento en El Censor hace 140 años “Quieren que nosotros, que no tenemos una vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, a los Luro, a los Duggan y los Leloir y a todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas”. Nada ha cambiado