
por Marcelo López Álvarez
El presidente Javier Milei emprendió un nuevo viaje a Estados Unidos con una agenda que, lejos de los compromisos oficiales tradicionales, vuelve a estar rodeada de polémicas. La cancelación de su visita a Las Vegas para presenciar el espectáculo de su ex pareja, Fátima Florez, no disipó las críticas: la concentración de su estadía en encuentros con empresarios genera también controversias.
El eje central será una reunión con alrededor de 80 hombres de negocios, según se ha anunciado, aunque con escasas precisiones sobre los participantes. El encuentro se enmarca en la conferencia global organizada por la fundación del empresario Michael Milken, un personaje tan célebre como cuestionado, conocido en Wall Street como el “rey de los bonos basura”.
Milken es hoy un filántropo y promotor de la investigación médica, pero su biografía está marcada por una historia de audacia financiera, excesos y una condena penal que marcó una época. Nacido en 1946 en Encino, California, creció en el seno de una familia judía de clase media y estudió en la Universidad de Berkeley y en la Wharton School of Finance. Allí comenzó a interesarse por los bonos corporativos de baja calificación, instrumentos desestimados por los grandes actores de Wall Street.
Su hallazgo fue disruptivo: detrás de empresas con dificultades coyunturales había activos valiosos y posibilidades de recuperación. En consecuencia, los bonos castigados por las calificadoras podían transformarse en títulos de alto rendimiento. El planteo no era solo financiero, también cultural: desafiaba la ortodoxia y el elitismo del mercado.
Milken encontró en Drexel Burnham Lambert el terreno propicio para desarrollar sus ideas. Convenció a sus superiores de crear un departamento exclusivo para bonos de alto rendimiento. En pocos años, ese experimento se transformó en un fenómeno que alteró profundamente el capitalismo norteamericano.
Desde Los Ángeles, a fines de los setenta, comenzó a atraer fondos de pensiones y aseguradoras ávidas de mayores retornos. El sistema consistía en diversificar riesgos apostando en múltiples emisores de baja calificación. Con el tiempo, estos instrumentos se convirtieron en combustible de las adquisiciones hostiles que definieron los años ochenta. Empresas icónicas como Revlon, Disney o Gulf fueron blanco de compras apalancadas en deuda.
Las ganancias de Milken fueron descomunales: 296 millones de dólares en 1986 y 550 millones en 1987, cifras inéditas para un ejecutivo financiero. Su célebre seminario anual en Beverly Hills, conocido como el “Baile de los Depredadores”, reunía a banqueros, empresarios e incluso celebridades, en una fusión de poder económico y espectáculo.
El presidente Javier Milei viaja a EE.UU. para participar de la conferencia organizada por Michael Milken, el controvertido “rey de los bonos basura” que marcó a Wall Street en los años 80.
Michael Milken junto a Donald Trump (que después lo indultara) mantienen una larga relación.
Pero la dinámica contenía un germen de inestabilidad. La creación de deuda pasó a ser un fin en sí mismo y comenzaron a multiplicarse prácticas irregulares como el uso de información privilegiada. En 1986, el arresto del corredor Dennis Levine, seguido por la confesión de Ivan Boesky, encendió las alarmas. Sus vínculos con Milken atrajeron la atención de la SEC y del fiscal Rudy Giuliani.
En 1989 estalló el escándalo: Milken fue acusado de fraude de valores, manipulación de mercado y otras irregularidades. En 1990 se declaró culpable de seis cargos, entre ellos violaciones a la normativa bursátil, y fue condenado a diez años de prisión y a pagar 600 millones de dólares en multas. Cooperó con la justicia y cumplió solo dos años, entre 1991 y 1993. El derrumbe fue total: Drexel Burnham Lambert quebró y con él se cerró el ciclo de euforia de Wall Street en los ochenta.
En libertad, luego del indulto de Donald Trump,Milken se mantuvo alejado del negocio financiero, impedido por la prohibición de operar en Wall Street. A la par, enfrentó un cáncer de próstata y canalizó su fortuna hacia la investigación médica, la salud pública y la educación a través de la Fundación Familiar Milken.
Para algunos, democratizó el acceso al capital y abrió caminos a empresas que de otro modo no hubieran obtenido financiamiento. Para otros, fue el arquitecto de una burbuja que desestabilizó a la industria estadounidense. En 2020 recibió el indulto de Donald Trump, que cerró formalmente su historial judicial, aunque no la polémica en torno a su figura.
La trayectoria de Milken simboliza la ambivalencia del capitalismo contemporáneo: innovación y especulación, creatividad y desmesura, filantropía y memoria de excesos. Que Javier Milei participe en un evento organizado por él no es un hecho menor. Implica sentarse frente a una de las figuras que encarnaron los excesos financieros de los ochenta y que hoy busca reescribir su legado.
En Michael Milken conviven el revolucionario del capital y el rostro más recordado de la codicia de Wall Street. Su figura, aún envuelta en debates y contradicciones, vuelve al centro de la escena, ahora con la presencia de un presidente argentino que ha hecho de la provocación y la heterodoxia un sello de su política internacional.