por Marcelo López Álvarez
La reciente confirmación del gobierno de Donald Trump sobre los avances en un tratado bilateral con la Argentina volvió a colocar en el centro del debate la orientación de la política exterior del presidente Javier Milei. Tras las reuniones entre ambos mandatarios, Washington anunció la creación de un marco para un futuro acuerdo sobre comercio e inversión, fundamentado —según la declaración oficial— en “valores democráticos compartidos y una visión común de libre empresa, iniciativa privada y mercados abiertos”. Sin embargo, más allá del tono celebratorio, el entendimiento constituye apenas un punto de partida para una negociación todavía incierta y con una marcada asimetría a favor de Estados Unidos.
Desde Mendoza Económico, tal como ocurrió con el anunciado acuerdo entre Argentina y la Unión Europea, se sostiene que no existe aún un acuerdo comercial concluido. Lo que el país del Norte presentó es apenas un marco general que habilita una agenda de conversaciones. La concreción de un tratado definitivo requerirá negociaciones específicas, la aprobación legislativa en ambos países y, además, una definición clara de la posición argentina dentro del Mercosur, cuyo marco normativo condiciona cualquier apertura bilateral de esta magnitud.
La declaración conjunta publicada por la Casa Blanca remarcó que la relación bilateral se apoya en “valores democráticos compartidos” y una visión común de mercados abiertos. El objetivo central del entendimiento es “fortalecer y equilibrar la alianza económica”, promoviendo un entorno transparente y basado en normas para el comercio y la innovación.
Lo cierto es que el anuncio realizado por el Gobierno de Estados Unidos, parece más un gesto político que un acuerdo comercial, para el cual parece faltar un tiempo bastante largo.
El anuncio se conoció luego de una comunicación entre el subsecretario de Estado Christopher Landau y el canciller Pablo Quirno, en la que el funcionario norteamericano destacó “el liderazgo estratégico de Argentina en nuestro hemisferio”. Para Quirno, recientemente asumido, se trata de uno de los primeros logros de su gestión, orientada a profundizar la relación bilateral con Washington.

La publicación del marco general siguió un patrón similar al del swap por USD 20.000 millones, anunciado meses antes y ya parcialmente activado. De ese monto, unos USD 2.800 millones fueron utilizados en la etapa preelectoral: alrededor de USD 2.000 millones para intervenir en el mercado cambiario y USD 800 millones para afrontar intereses con el FMI. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, señaló que la operación generó beneficios para Estados Unidos en términos de intereses, un dato que refuerza la percepción de una relación económica cada vez más estrecha.
Economistas y analistas comenzaron a evaluar los impactos del entendimiento. Uno de ellos, Martín Kalos, director de la consultora Epyca, advirtió que el acuerdo “beneficia mucho más a Estados Unidos que a Argentina”, al señalar que se inscribe en el “repago” del salvataje financiero otorgado por Washington. Para el economista, los sectores donde Argentina obtendría ventajas —como carnes o ciertos recursos naturales— tienen menor peso comparativo frente al amplio conjunto de concesiones ofrecidas por Buenos Aires.
En efecto, Argentina obtendría acceso preferencial para recursos naturales no disponibles en EE.UU. y para algunos insumos farmacéuticos no patentados. Además, Washington evaluaría positivamente la situación argentina en materia de acero y aluminio, y ambos países abrirían sus mercados de carne vacuna.
Pero el listado de concesiones argentinas es sustancialmente más amplio. Incluye acceso preferencial para medicamentos, productos químicos, maquinaria, dispositivos médicos, vehículos automotores y una extensa gama de productos agrícolas. Argentina también abrió su mercado al ganado bovino en pie de Estados Unidos, se comprometió a habilitar el ingreso de carne aviar en un plazo de un año y a no restringir productos con determinadas denominaciones de quesos y carnes.
Uno de los puntos más relevantes es el compromiso argentino de remover barreras no arancelarias, entre ellas las licencias de importación, las formalidades consulares y el impuesto estadístico, que será eliminado gradualmente. También aceptará bienes estadounidenses que cumplan normas de ese país o estándares internacionales, sin nuevas certificaciones.
Otro capítulo clave es la alineación en materia de comercio estratégico, con China como actor implícito. Argentina reforzará medidas contra bienes falsificados, prohibirá importaciones producidas con trabajo forzoso, combatirá prácticas comerciales distorsivas y revisará el rol de empresas estatales y subsidios industriales.
El acuerdo incluye, además, compromisos en propiedad intelectual, medio ambiente, derechos laborales, minerales críticos, comercio agrícola, control de exportaciones y comercio digital, donde Argentina aceptará a Estados Unidos como jurisdicción válida para la transferencia de datos y reconocerá firmas electrónicas aprobadas en ese país.
Al presentar el entendimiento, Quirno afirmó: “Es un privilegio y un honor anunciar que Argentina y los Estados Unidos han logrado hoy un Acuerdo Marco de Comercio Recíproco e Inversión”, destacando que creará condiciones para incrementar las inversiones y el comercio bilateral. Sin embargo, más allá del tono optimista, el documento divulgado por la Casa Blanca deja en claro que el camino hacia un acuerdo definitivo será extenso, complejo y, en esta etapa inicial, claramente inclinado hacia los intereses estadounidenses.