por Marcelo López Álvarez
El triunfo de José Antonio Kast en Chile abre un nuevo capítulo en la política regional y coloca a la relación con Argentina en un lugar estratégico desde el primer día. Aún antes de ser proclamado presidente electo, el líder del Partido Republicano dejó en claro que su política exterior buscará apoyarse en la cooperación vecinal, la previsibilidad institucional y una sintonía política explícita con el gobierno de Javier Milei.
Para Kast, el vínculo con Argentina no es solo diplomático, sino estructural. En un escenario sudamericano atravesado por incertidumbres políticas, cambios de rumbo y fragilidades institucionales, la estabilidad bilateral aparece como un activo clave. “Esperamos tener la mejor relación con todos nuestros vecinos”, afirmó, al tiempo que mencionó la situación en Bolivia, la fragilidad institucional en Perú y la necesidad de construir con Buenos Aires una agenda basada en intereses comunes más que en afinidades circunstanciales.
La afinidad, sin embargo, existe y es explícita. Kast subrayó que conoce personalmente a Milei y a parte de su equipo político, y reveló que ya mantuvo conversaciones directas con el mandatario argentino tras acceder al balotaje. Esa relación previa, forjada antes de que ambos alcanzaran el poder, le otorga a la bilateral un componente personal que puede acelerar definiciones y facilitar consensos en áreas sensibles como comercio, inversiones y coordinación macroeconómica.

José Antonio Kast junto a su esposa saluda a sus seguidores después de la victoria
En ese marco, el presidente electo chileno planteó una visión complementaria entre ambas economías. Argentina, con su potencial productivo, y Chile, como plataforma de servicios y puerta de salida al Asia-Pacífico, podrían articular una relación más pragmática y menos ideologizada que en etapas anteriores. La clave, según Kast, pasa por la claridad de las reglas y la certidumbre jurídica, dos conceptos que dialogan directamente con el discurso económico del gobierno libertario argentino.
La sintonía política no es nueva. Desde 2022, Kast y Milei compartieron espacios de articulación internacional como la CPAC, intercambiaron gestos públicos de respaldo y celebraron mutuamente sus avances electorales. Milei llegó a saludar el crecimiento del Partido Republicano chileno como parte de un “cambio de época”, y Kast asistió a la asunción presidencial del argentino en diciembre de 2023. Esa narrativa compartida de ruptura con el progresismo regional funciona como telón de fondo de la relación.
Sin embargo, las diferencias son tan relevantes como las coincidencias. Kast no encarna el perfil outsider ni el tono disruptivo que caracteriza a Milei. Su trayectoria está anclada en el sistema político tradicional chileno: militancia en la UDI, paso por el Congreso y dos candidaturas presidenciales previas. Apela a un electorado conservador, de mayor edad, menos proclive a experimentos radicales y más identificado con valores de orden, tradición y estabilidad.
Esa pertenencia a la derecha clásica chilena, con vínculos históricos con el pinochetismo y el conservadurismo católico, introduce matices importantes. Mientras Milei construyó su identidad política denunciando a “la casta”, Kast forma parte de una élite que, paradójicamente, podría encajar en esa categoría según los parámetros libertarios. También difieren en el plano simbólico: el argentino evita reivindicar abiertamente las dictaduras del Cono Sur, mientras que la derecha chilena mantiene una relación histórica más explícita con el régimen militar.
En lo económico, Kast propone un ajuste fiscal de 6.000 millones de dólares en 18 meses, una meta ambiciosa que lo acerca al ideario mileísta, aunque sin el componente rupturista que caracteriza al experimento argentino. Incluso circula la posibilidad de que figuras técnicas con vínculos en ambos países, como el economista chileno José Luis Daza, hoy en el equipo económico de Milei, puedan desempeñar un rol relevante en un eventual gobierno de Kast.
Ambos líderes coinciden en su admiración por las políticas de mano dura de Nayib Bukele y en la centralidad de la agenda de seguridad, un enfoque que ya tiene correlato en la política argentina. Esa convergencia refuerza la percepción de que Chile y Argentina podrían convertirse en un eje central de la nueva derecha sudamericana.
La relación entre Kast y Milei se construye sobre una base de afinidad ideológica, pragmatismo económico y complementariedad estratégica, pero también sobre diferencias de estilo, origen político y cultura institucional. De cómo se procesen esas tensiones dependerá no solo la dinámica bilateral, sino también la proyección regional de un espacio político que busca redefinir las reglas del juego en el Cono Sur.