por Redacción Mendoza Económico
La última colocación del Tesoro nacional volvió a poner el foco en una cuestión central para la economía argentina: el acceso al financiamiento en los mercados internacionales. La emisión del Bonar 2029, por USD 1.000 millones de valor nominal, se concretó a un precio de USD 91, lo que implicó financiamiento efectivo por USD 910 millones y una tasa anual del 9,26%.
Los números despertaron críticas inmediatas. ¿Por qué emitir a una tasa superior a la que pagan algunas provincias? ¿Por qué no se consiguió un costo menor? Sin embargo, una lectura estrictamente coyuntural corre el riesgo de perder de vista el proceso más amplio que atraviesa el país.
En el mundo de la deuda soberana, la confianza no se recupera de un día para otro. Los mercados se abren lentamente, pero cuando se cierran lo hacen de forma abrupta. Luego de años de desconfianza, reestructuraciones y defaults, la única estrategia viable para la Argentina es volver de manera gradual, con emisiones acotadas y precios atractivos que funcionen como incentivo para los inversores.
La lógica es conocida en el mercado financiero: primero se paga una prima, luego, si el comportamiento fiscal y macroeconómico acompaña, el costo del financiamiento comienza a bajar. Pretender tasas de “país normal” sin transitar ese camino es desconocer cómo operan los mercados globales.

Más allá del nivel de tasa, la licitación dejó un dato relevante: hubo una demanda ampliamente superior a la oferta. Se presentaron más de 2.600 posturas, que totalizaron USD 1.420 millones de valor nominal, frente a los USD 1.000 millones adjudicados.
Ese apetito del mercado sugiere que los inversores volvieron a mirar a la Argentina, incluso aceptando una tasa apenas superior a la esperada. La señal no es menor: la reconstrucción del crédito soberano comienza cuando aparece la demanda, no cuando se alcanza la tasa ideal.
Así quedaría el perfil de vencimientos en USD si el Tesoro rollea los USD 1.187 M de capital de AL29 y AL30 de enero con BONAR N29. Al ser un bono bullet, el incremento se concentra en 2029. pic.twitter.com/bDy7C2Wgiq
— Tomás (@tomidacciavo) December 5, 2025
Hay un punto estructural que atraviesa toda la discusión: sin financiamiento, no hay economía que pueda crecer de manera sostenida. El crédito no es un privilegio ni un atajo, sino una condición básica para sostener inversión, infraestructura y estabilidad fiscal.
Un Tesoro sin acceso al mercado queda atrapado en una dinámica de ajuste permanente o emisión monetaria, con costos evidentes para la actividad y la inflación. En ese contexto, volver a emitir deuda, aun a tasas elevadas, forma parte del proceso de normalización.
Desde la óptica del mercado, el nuevo bono también presenta elementos de interés. Federico Palmisano, CFO de YONT, una fintech dedicada a facilitar el acceso a las finanzas personales y las inversiones, destacó que el Bonar 2029 puede cumplir un rol estratégico dentro del armado de carteras.
“Desde el lado del inversor, el bono suma otro elemento de interés: en el actual armado de carteras -incluida la estrategia de inversión del aguinaldo- el Bonar 2029 puede aportar diversificación y un rendimiento atractivo dentro del universo de instrumentos en pesos y dólares. En un contexto donde el país vuelve lentamente a probar su acceso al mercado, participar de estas primeras etapas no solo ofrece retorno, sino también una lectura temprana del rumbo financiero”, señaló.
La emisión del Bonar 2029 no resuelve los problemas estructurales de la economía argentina ni redefine, por sí sola, el perfil de deuda del país. Pero sí constituye un gesto concreto en la reconstrucción de la relación con el crédito.
Es un paso chico, medido, discutible en sus términos, pero coherente con un proceso que solo puede ser gradual. Argentina intenta reescribir su vínculo con los mercados financieros y, como toda historia que busca terminar bien, empieza por decisiones modestas, consistentes y, sobre todo, sostenidas en el tiempo.