Con la reapertura de los mercados el primer viernes de 2026, el Gobierno nacional pondrá en marcha la autodenominada Fase 4 del programa económico que impulsa la administración de Javier Milei. Una etapa que, incluso antes de comenzar, despierta interrogantes tanto por su alcance real como por la credibilidad que el mercado le asigna al equipo económico encabezado por Luis Caputo.
Según la definición oficial, se trata de una fase orientada a recomponer las reservas internacionales mediante la compra de divisas y a permitir una mayor inyección de pesos en la economía, luego de un prolongado período de contracción monetaria. Se trata de un giro largamente reclamado por los mercados y por los acreedores internacionales, que, sin embargo, todavía no terminan de confiar plenamente en la consistencia del esquema ni en su sostenibilidad en el tiempo.
El diagnóstico del Gobierno parte del supuesto de que el saneamiento del balance del Banco Central y la absorción del excedente de liquidez acumulado en años previos habilitan ahora una remonetización gradual. El objetivo declarado es consolidar el proceso de desaceleración inflacionaria iniciado en 2024, evitando que el regreso de los pesos al circuito económico vuelva a presionar sobre los precios o el tipo de cambio.
No obstante, esa narrativa oficial parece chocar con algunos datos recientes. El lunes previo al inicio de la nueva fase se registró una fuerte presión sobre el mercado cambiario, con volúmenes inusuales incluso para esta época del año, cuando la demanda de divisas suele incrementarse por razones estacionales vinculadas al turismo.

Vamos para allá le dice Javier Milei a Luis Caputo
El nuevo esquema prevé que la oferta monetaria acompañe la recuperación de la demanda de pesos, priorizando el abastecimiento a través de la acumulación de divisas. Para ello, el Banco Central quedó habilitado a intervenir en el mercado cambiario con compras diarias de hasta el 5% del volumen operado en el segmento mayorista.
Además, la autoridad monetaria se reservó la facultad de realizar adquisiciones de dólares en bloque, por fuera de ese límite, cuando las condiciones financieras lo justifiquen. La intención oficial es recomponer el stock de reservas sin alterar de manera abrupta el funcionamiento del mercado, un equilibrio delicado en un contexto de expectativas todavía frágiles.
La Fase 4 marca así un cambio de enfoque respecto de las etapas anteriores del programa económico. Tras un 2024 y un 2025 dominados por una política monetaria fuertemente contractiva, orientada a frenar la inflación y ordenar el balance del BCRA, el Gobierno busca ahora administrar una expansión controlada.
En términos prácticos, esto implica que los pesos que se emitan tendrán como destino principal la compra de dólares para fortalecer las reservas. La incógnita central es si esos pesos permanecerán en el mercado para reactivar la economía y el consumo, o si el equipo económico optará por una visión más ortodoxa, absorbiéndolos rápidamente mediante una suba de tasas para evitar riesgos inflacionarios.
En paralelo, el nuevo esquema de bandas cambiarias introduce una modificación relevante respecto del mecanismo anterior, basado en un ajuste fijo mensual del tipo de cambio. A partir de ahora, las bandas se actualizarán de acuerdo con la inflación, con un rezago de dos meses. En la primera etapa, el parámetro de referencia será el índice de precios de noviembre, que se ubicó en 2,5% mensual.
En lo operativo, el funcionamiento no se altera sustancialmente: el dólar mayorista fluctuará libremente según la oferta y la demanda dentro del rango de las bandas, sin intervención cotidiana del Banco Central. La participación de la autoridad monetaria se activará de manera automática solo cuando el tipo de cambio alcance alguno de los extremos.
Si el dólar supera el techo, el BCRA venderá divisas para contener la suba; si perfora el piso, comprará dólares y absorberá pesos. Sin embargo, está ampliamente comprobado que el Gobierno suele intervenir de manera indirecta dentro de las bandas, a través del Tesoro, para evitar que el tipo de cambio llegue al techo y se dispare el componente inflacionario.
El esquema apunta a reducir la volatilidad y aportar previsibilidad en una etapa de transición hacia un régimen cambiario más flexible, en línea con las recomendaciones habituales para economías emergentes con antecedentes de inestabilidad.
En este contexto, los vencimientos de deuda por alrededor de 4.200 millones de dólares en la segunda semana de enero refuerzan la centralidad de la estrategia de acumulación de reservas. Mientras tanto, el ministro de Economía multiplica gestiones y contactos en busca de los dólares necesarios para afrontar esos compromisos, en un escenario donde la confianza sigue siendo el activo más escaso.